A bajas velocidades, ya sea en tráfico lento, al arrancar de madrugada o al maniobrar para aparcar, el motor eléctrico ofrece una conducción totalmente suave y silenciosa con cero emisiones locales.
En la autopista, una vez alcanzada la velocidad de crucero, el coche se alimenta de la energía eléctrica almacenada, alimentada por la fricción con la carretera, ahorrando combustible y reduciendo el ruido y la contaminación atmosférica.